lunes, 23 de noviembre de 2015

Dame argumentos y te obedeceré por prestigio y coherencia

Cuando me obligas obedezco por coacción.
Es relativamente fácil hacer que los niños pequeños nos obedezcan. Mientras son pequeños, ya sea por miedo al castigo, por el amor ciego que nos tienen o porque creen sin dudar nuestras razones, nuestros hijos nos obedecen.
Pero la mayoría de las veces, ciegamente. Son pequeños y no tienen otro criterio.
Sabemos que esto no se mantendrá en el tiempo. A medida que crezcan, sin duda alguna, se cuestionarán nuestras órdenes. Afortunadamente empezarán a pensar por sí mismos y a enfrentarse a nuestras opiniones y decisiones.
Para que ese enfrentamiento sea enriquecedor, debemos acostumbrarles a recibir desde pequeños argumentos coherentes basados en el cariño y no en nuestro estado de ánimo. A que, teniendo en cuenta sus límites y los impuestos por nosotros, hagan y se hagan preguntas, incluso a que se cuestionen algunos de nuestros argumentos, lo que nos permitirá entablar una conversación con nuevas preguntas y argumentos diferentes.
La argumentación nos permite desarrollar en nuestros hijos un pensamiento lógico, divergente o hipotético. Nuestras preguntas les ayudarán a tener una comunicación descentralizada, a dar respuestas justificadas, a diferenciar datos relevantes de irrelevantes o a percibir y definir el problema.
De esta manera conseguiremos que lleguen a la adolescencia con criterio suficiente para no dejarse arrastrar, tomar las mejores decisiones y defender con seguridad sus principios.
No obligues a tu hijo a obedecer (a no ser que corra riesgo su bienestar físico). Media con él, ayúdale a tener un pensamiento crítico y que cuando te obedezca sea por coherencia y prestigio, nunca por coacción.

No hay comentarios:

Publicar un comentario