No toda la inteligencia es cuestión de genética.
Los niños que pasan más tiempo delante de las pantallas
tienen más riesgo de sufrir TDA, trastornos de conducta, depresión y obesidad
infantil y esto es debido a que su cerebro no está preparado para absorber el
impacto de estas nuevas tecnologías. Una labor importante de los padres debe
ser educar el núcleo estriado, una región que busca siempre estímulos novedosos
y excitantes. Para ello debemos enseñar a nuestros hijos a saborear la vida, no
a consumirla.
La confianza, la autoestima y la felicidad se pueden
potenciar si los padres conocen como cultivarlas en el cerebro en desarrollo de
sus hijos.
Establecer límites y motivar las conductas positivas,
potenciar el autocontrol, la tolerancia a la frustración y la lectura son las
estrategias más fiables para ayudar al niño a desarrollar su inteligencia y
mejorar sus probabilidades de éxito académico y social.
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